La barba altera profundamente la percepción que los demás tenemos de los que la lucen, según atestiguan multitud de estudios psicológicos como la investigación de los expertos Barnaby Dixson y Paul Vasey, recogida en la revista Behavioral Ecology, que concluyó que las personas asocian la barba a una señal de respeto y poder, otorgando una posición social más alta a sus portadores. Así, los afeitados fueron calificados durante el estudio como pertenecientes a un estatus social más bajo y los que exhibían barba, a un estatus más alto.
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